Autor: Miguel Rosell
Título: La Elección De Dios y La Responsabilidad Del Hombre
Editorial / Editor: Miguel Rosell
Formato: PDF
Tamaño De Archivo: 431 KB
Páginas: 49.
“Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9: 16)
Si creemos que la salvación no se puede perder, hemos de fundamentar esto en la doctrina de la elección de Dios, porque como es el designio de Dios, así se hace. Tal y como Dios lo decretó desde antes de la fundación del mundo, así todos sus escogidos serán salvos, porque en Su economía ya son salvos.
El que por el contrario enseña que la salvación (cuando verdadera) se puede perder, está negando implícitamente la elección de Dios, y por tanto está haciendo de Dios un ser falible, que se equivoca, que no tiene el poder suficiente para que se haga Su voluntad. Evidentemente, y en este punto, esto es un planteamiento, ya no herético, sino blasfemo.
“…Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad…Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Filipenses 2: 14; Romanos 11: 29)
Por otro lado, los que pelean contra las doctrinas de la gracia, tienen un especial horror a que se predique y se enseñe que la salvación no se puede llegar perder, y esto es así por varios motivos, uno de ellos es por un mal entendimiento de lo que significa la santificación, llegando a creer que salvación y santificación son una misma cosa, en vez de la verdad, cual es que la santificación es consecuencia de la salvación. Por tanto vienen a enseñar que la salvación es un asunto del esfuerzo humano, lo que la Biblia denomina: obras, contradiciendo la misma revelación que asegura que la salvación no es por obras, para que nadie se gloríe (Ef. 2: 9)
No obstante, la Palabra de Dios asegura que la salvación, al ser un asunto estrictamente de lo Alto (elección de Dios) contempla la imposibilidad de la pérdida de la misma. Dicho de otro modo, la elección y la imposibilidad de la pérdida de la salvación van de la mano. Nuestra salvación es eterna, y siéndolo, ¿quién puede atentar contra la eternidad?
Como proclamó en su día Charles H. Spurgeon: “Si yo creyera lo que algunos predican acerca de una salvación temporal y falsa, que sólo dura por un tiempo, escasamente estaría agradecido por ella. Pero cuando sé que a quienes Dios salva, Él los salva con una salvación eterna, cuando sé que Él les da una justicia eterna, cuando sé que los establece sobre un fundamento eterno de amor eterno y que Él los llevará a Su reino eterno, ¡oh, entonces sí me maravilla y me sorprende que una bendición así me haya sido otorgada a mí!— ”
El problema de creer que se puede llegar a perder la salvación, es que uno puede estar continuamente, y en un momento dado, en temor de perderla, ya que todavía pecamos (1 Juan 1: 8; Romanos 7ss). Esto es un sin vivir. Sin embargo si creemos la verdad, que la salvación es eterna, y la vida eterna empezó para los verdaderos creyentes cuando conocimos al Señor (He. 10: 14; Ro. 8: 29, 30, etc.), entonces eso produce en nosotros paz en Cristo, y un consiguiente fruto de vida en Él por Su Espíritu, y nos prepara para el arrebatamiento que está a las puertas, de manera amplia y generosa (2 Pr. 1: 11)
En cuanto a la Elección, tema que será muy recurrente en esta obra, por su mismo título, hay que entenderlo como vital a la hora de contemplar todos los asuntos salvíficos, por ello, el problema es que si decimos que el hombre puede decidir ser salvo, entonces le hacemos partícipe de algo que jamás se le otorgó hacer desde el Cielo, y las consecuencias son terribles, porque si decimos que decidió ser salvo, luego también por necesidad ha de mantener esa salvación y con sus esfuerzos (méritos, obras,) y eso la Biblia lo niega (Ef. 2: 9).
Por otro lado, si tiene que mantener esa salvación, la "puede perder", y ese es el gran dilema en el que indebidamente muchos están. En cambio, si tuvieran una buena teología salvífica, no les pasaría eso; vivirían con más paz en estos días difíciles en los que nos ha tocado vivir sobre la tierra.
Otro aspecto que nos tocará entender, es en cuanto al propósito ulterior de la elección de Dios, y nos hemos de dar cuenta de que no es meramente el de salvar a algunos hombres, y así que eviten ir a la condenación eterna, sino el que esos hombres salvados sean hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que él sea el primogénito de muchos hermanos (Ro. 8: 29). Hemos de darnos cuenta en lo posible, acerca del plan soberano y magnífico de Dios, efectuado antes de la fundación del mundo, y que tendrá su perfecto cumplimiento en el estado eterno.
Por lo tanto, y en este sentido, comprobaremos que como consecuencia de la Elección de Dios, está la responsabilidad del hombre llamado por Dios, y la del incrédulo, por ello queremos aquí resaltar que la Elección de Dios y la responsabilidad del hombre, que algunos han pretendido ver en ello un concepto antagónico, no es así, ni mucho menos.
Veremos otros aspectos respecto a la elección y la responsabilidad, intentando dar respuesta a preguntas como: “¿Por qué, a pesar de que hombres impíos son injustos, hay hombres moralmente mejores que otros?, “¿Será porque los que son mejores lo son conforme a su virtud intrínseca?”; “¿Dónde empieza la elección soberana de Dios, para dar cabida a la responsabilidad humana?”
En estas y otras preguntas, se buscará el obtener respuestas. Como pequeño anticipo diré aquí que en modo alguno se elude la responsabilidad del hombre en aras de una elección divina.
Los elegidos por Dios son los que se salvan; esto es verdad bíblica; por contra, los no elegidos, se pierden, porque ya están perdidos (Juan 3: 17, 18). Es así de sencillo. Dios rige el Universo, y el hombre no puede regir su alma, alma que está en condenación, por su naturaleza y su propio pecado. Un muerto no se mueve; sólo Dios resucita a los muertos. Sólo Dios es el protagonista aquí. Sólo Dios.
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